Flash-mov

Voy llevando entre la gente que me rodea la fama de gruñón. Por ejemplo, todos los semáforos de Zaragoza se conjuran siempre en mi contra (no es difícil, por otra parte) y me pego quince minutos disertando sobre tan interesante tema ante los pobres que pille cerca. O bien después de llevar a la familia al monte y hacerles aguantarme haciendo fotos un par de horas, me doy cuenta que dejé la cámara con un paso de subexposición del último día, y que han salido todas las fotos mal, y no paro de quejarme en las siguientes n horas.

Pero lo de ayer fue tan fuerte que os lo tengo que contar (entre otras cosas porque me puse tan pesado que me recomendaron que me callara-ya-del-tema). Para colmo, está relacionado con la fotografía. Veamos. Un servidor va con unos amigos a ver un espectáculo sobre la historia del tango. Un espectáculo maravilloso, por cierto, pero no va de eso el tema. El tema va de que parece que la gente ha aprendido que tiene que quitar el sonido del teléfono móvil, pues entiende que molesta a los artistas y al resto de espectadores, como es obvio, pero a nadie le parece que moleste a nadie que se hagan fotos al espectáculo ¡con flash!



Una cosa he de deciros: casi todos los que hacían fotos eran personas de edades superiores a 70 años (o eso me parecía a mi) lo que me indica que la revolución digital ha llegado ya a todas las edades y que la famosa brecha digital es ahora una leve grieta. Ya me molesta que, al principio de que empiece el espectáculo, y cuando apagan las luces, haya como un 50% del público que no ha apagado la pantallita y está mirando los últimos wassaps. Bueno venga, que los van a apagar pronto. Aguanta, gruñón. Pero es que un señor a mi derecha, dos décadas y cuatro asientos más allá, ¡tuvo el teléfono encendido toda la actuación! Que digo yo que lo dejaría cargando la tarde entera. De vez en cuando hacía fotos. Él y cuatro o cinco personas más. 

En cada foto, además de la pantalla que ya despista de por si, sale el flash del móvil de la siguiente manera: apretar y se enciende un led blanco y asqueroso para enfocar. De repente se apaga y en un segundo aparece un 'flash' que es el LED pegando un fogonazo mientras se hace la foto. Yo no soy de decirle a nadie que con ese flash, a 15 metros del escenario, que le da igual que se encienda que no. Y, francamente, mejor que no se encienda pues la foto como que empeora sin igual con semejante fuente de luz.

Pero nuestros amigos no se enteran, no quieren o directamente no saben quitar el flash, por lo que cada nuevo número teníamos nueva sesión de fotógrafos. Que digo yo que cómo han vivido hasta ahora sin móviles, pero que no me meto con su pasión fotográfica, sino con su falta de respeto hacia los demás por usar el flash en un espectáculo, que a mi me molesta más que el sonido.



En el momento más bello del espectáculo, en la más bonita canción (cómo cantaba esa mujer), una señora en la quinta fila decide hacer un video de la canción entera, por lo que enciende su móvil, molestando con la pantalla a los que estábamos detrás, y, cómo no, se enciende el flash que incide sobre las nucas de todos los que tiene delante en los siguientes dos minutos y medio. 

Después repetiría el proceso a la par de con el que parecía su marido el cual portaba otro móvil, aunque en honor a la verdad diré que el hombre no tenia el flash encendido, creo que más por desconocimiento que por respeto a los demás.

En fin, que ya me he descargado con vosotros. Los teléfonos móviles y sus cámaras, una maravilla, cada vez mejor. La utilización del cacharro, cada día un poco peor. Y yo, con la edad, cada vez un poco más gruñón.





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