3 minutos



Cuando pisaron la arena estaba fría. La noche al fin había hecho su aparición y, al ser la playa tan ancha, avanzaban penosamente hacia una oscuridad ruidosa en la que decenas de olas se manifestaban rompiendo suavemente contra el arenal. Una estatua de hierro con forma semihumana, pelos de punta incluídos, y atornillada sobre un pedestal de piedra se asomaba iluminada levemente por las farolas del paseo marítimo. Llegaron hasta un par de metros de la orilla. Allí, frente a la estatua, es donde comenzó a colocar el trípode. El niño preguntó:
- ¿Para qué es eso?
- Esto es para que la estatua salga nítida.
Tras sacar las tres patas y colocar la cámara sobre el trípode, empezó a colocar el disparador con cable.
- ¿Y por qué estás poniendo eso?
- Esto es para que no toquemos la cámara cuando hagamos la foto. Así evitamos que la cámara se mueva al presionar el disparador.
- Ah.
El encuadre no iba a ser sencillo. De todas formas desde que vio la estatua, a unos treinta metros de la orilla, y con esa bandera independentista ondeando atada a ella a modo de violación de la intención del artista, fuera ésta la que fuera, ya había decidido que sería una foto cuadrada. Le apetecía hacer una foto a lo Rolfe Horn, así que se preparó a dejar el obturador abierto un minuto. Pensaba que, aunque fuera de noche, la luna colgada en cuarto menguante iluminaría algo el mar y le daría algún tipo de tonalidad, mientras que la existencia de algunas nubes esperaba que recogieran algo de la contaminación lumínica de la costa para que el cielo no apareciera como una negra espesura.
Apretó el disparador con cable y lo dejó fijo. Esperó, sin controlarlo realmente, un minuto. El niño empezaba a ponerse nervioso. La acción era nula y no tenía gran conversación por parte del fotógrafo. Pero, pasado el tiempo y una vez cerrado el disparador, recuperó el interés al mirar la pantalla LCD de la cámara digital.
- Muy oscura - dijo el niño.
- Necesitamos más tiempo. ¿Controlas tres minutos?
Miró su reloj de Mickey Mouse levantando la muñeca por encima de sus ojos para que la tenue luz de las lejanas farolas lo iluminaran algo. Las saetas apenas se veían, pero asintió. El disparador volvió a abrirse y quedarse atascado gracias al disparador por cable y su posición HOLD.
El aire mecía suavemente la correa de la cámara, lo que le hizo temer que la estatua saldría movida, pero al mismo tiempo miró al cielo y volvió a sentir en sus pies que la arena estaba fría y que la noche era fantástica. Se fijó en el niño.
- ¿Cómo va?
- Un minuto y medio...
- Bien.
- ¿Tienen que ser tres minutos exactos?
- Mmm. No lo sé de hecho. Igual hay que repetirla si tres minutos son pocos.
En los tiempos de la fotografía analógica existía algo llamado ley de no reciprocidad, que significaba que cuando tenías mucho rato abierto el obturador, la película ya no necesitaba el doble de tiempo si llegaba la mitad de luz, sino que necesitaba más tiempo. Alguna vez había hecho algún cálculo al respecto, pero era la primera vez que dejaba tres minutos el obturador abierto.
- ¿Más de tres minutos? ¿Otra foto? Más vale que salga bien, porque si no yo me voy.
Sí, la fotografía digital permitía ver en tiempo real si la luz era suficiente, pero la fotografía digital con niños era un poco más exigente.
- Vale. Saldrá bien.
El niño empezó a dar pataditas en la arena alrededor del trípode.
- ¿Cómo va?
- Tres minutos. Ya.
Lo miró, sonrieron y desbloqueó el disparador. La reducción de ruido en la cámara casi estuvo medio minuto más hasta que apareció una imagen verdosa, prueba de que realmente iluminaban las farolas y no la luna, con una línea blanca trazada en el horizonte procedente de un barco de faena que pasaba por ahí y una franja borrosa más clara en la parte inferior de la imagen, en la zona donde posiblemente rompieran más olas durante los tres minutos de exposición. Varias estrellas en el cielo habían demostrado que esos mismos tres minutos eran suficientes para dejar una pequeña estela, prueba irrefutable de que algo se mueve en el Universo. Ellas o nosotros.
El niño miró la imagen escéptico y algo desilusionado.
- ¿Nos vamos?
- Sí. Algo haremos con ella.
Retiró, mientras avanzaban hacia el paseo marítimo, la arena de las patas del trípode. Se imaginó ya la foto en blanco y negro y esperó que la estatua estuviera nítida (y que la bandera no).
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(Foto más grande aquí)

Comentarios

  1. jajaja, muy épica la historia!
    Pues te ha quedado un abstracto brutal, la aventura mereció la pena.

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  2. ¡Qué locura! Cuando intentaba comentar desde el firefox, me salían cuadrados gigantes de colores que iban cambiando con cada tecla, y además el texto se iba escribiendo de izquierda a derecha...

    Anyway, la foto está genial, tiene un aire muy irreal. ¡Y la historia está genial! ¿Para cuándo un poco de ficción?

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  3. esihier, gracias, sí que mereció la pena jeje
    aitor, la ficción para cuando tenga tiempo y una historia... que es lo complicado ;-)

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  4. me ha encantado, de verdad...
    te visualizo con tus niños, sobre todo con dani dando vueltas en torno al trípode gritando: terremoto, terremoto!

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