El detective auténtico

Ayer terminé de ver los dos últimos capítulos de una de las mejores series que jamás tuve la suerte de ver: True Detective. Trataré de hablar de ella con el mínimo número posible de espoilers. Con un script firmado por Nic Pizzolato, la dirección de Cari Joji Fukunaga, y esos dos pedazo de actores como son  Matthew McConaughey (especialmente) y Woody Harrelson, la HBO firma una nueva joya de la televisión. No me he leído ninguna crítica, pues quiero escribir sobre esta serie con la fuerza que me dejó tras terminar su último plano y sin pensar en qué piensan los demás de ella. 

True Detective es muchas cosas, pero dos destacan bajo mi modesto punto de vista. Por un lado es una serie realizada con una calidad suprema en todos los aspectos que nos podamos imaginar: fotografía, guión, dirección de actores, interpretación, tempo, música, localizaciones, ritmo, diálogos… podría seguir un rato, pero tampoco es necesario. Basta ver un par de capítulos para darse cuenta. Bueno, de hecho basta con ver la espectacular entrada con imágenes realizadas con doble exposición y la música de The Handsome Family para darse cuenta de que la serie no es una más. Luego hablaré un poco más de eso.

Por otro lado, es una serie que habla más de la relación entre dos personas de lo que en un principio uno pensara. Primero empiezas a ver una serie negra, luego una de polis, luego una sórdida y luego, hacia el final, te das cuenta que estás viendo una serie sobre dos tipos, imposible que sean más distintos, pero entre los que se graba a fuego una relación que no podríamos llamar amistad, pero se le parece. Una serie de 8 capítulos sobre el compromiso (me gusta mucho la palabra inglesa, commitment) y la lealtad. Sobre la vida y sobre la muerte, rodada en Louisiana y que te deja un cierto dolor de estómago a la par que una sensación en la que no quieres que la serie acabe nunca. 

Pero acaba. La fotografía es exquisita, y parece obvio que hay un cierto postprocesado desaturante que hace más creíble el tránsito temporal de la serie que cabalga entre tres años diferentes (1995, 2002 y 2012). Aunque ya lo he señalado, la mezcla de imágenes en la cabecera de la serie merecería un premio  ya por sí sola, con tres momentos increíbles: la cara de Woody Harrelson entre autopistas, un ojo humano vacío -que bien podría ser el de un animal- que nos introduce en un aparcamiento de camiones, y la cruz final que atrapa el fuego.

El guión es impecable (quizás algún cabo suelto que no se cierra a la perfección) y los actores lo bordan, desde los dos protagonistas (cada uno en su papel - ciertamente más complejo e interesante el de Rust) hasta cualquier secundario, brillando con luz propia las mujeres. Verla en versión original es alucinante, aunque al personaje de Rust no se le entiende absolutamente nada, especialmente cuando está siendo interrogado en el año 2012. 

Quiero acabar con la música, hipnótica en ocasiones, eficaz en cualquier caso. He podido obtener la gran mayoría de las canciones de aquí, y os las dejo como una lista de Spotify. Si os gustó la serie, podéis rememorarla a través de estas 36 canciones mientras pensáis cuando vais a volver a revisarla y salir a ser detectives auténticos como Rust y Marty.

En definitiva, una serie que no sabes si es un golpe en el estómago o una droga reconfortante. Imprescindible en cualquier caso.