Maestros de la fotografía: Steve McCurry


Leí no sé dónde que Steve McCurry tenía el curriculum de cinco fotógrafos. Compro la cita. Este fotógrafo americano nacido en Pensilvania en 1950 ha sido el paradigma de lo que todo fotógrafo de viajes quiere ser. Pero también es un retratista sin igual. Maneja el color y la composición con una maestría inigualable. Y no deja puntada sin hilo en sus imágenes finales. No por otra cosa es el fotógrafo más influyente de National Geographic, uno de los más influyentes de la agencia Magnum y la envidia de muchos de nosotros.

Tenía la idea de hacer una entrada sobre McCurry hace ya tiempo. Y sucedieron dos cosas casi al mismo tiempo. Una que mi amigo el maestro Carlos Escudero me pasó las portadas de una colección de Cantatas de Bach dirigidas por John Eliot Gardiner, y me dijo algo así como si conocía quién era el fotógrafo. La verdad es que todas las fotografías de las carátulas son retratos de Steve McCurry, mayormente de la India y países limítrofes, y en todas se adivina su maestría.


La segunda cosa que sucedió es que escribí la anterior entrada sobre la mentira. Y Steve McCurry, muy a su pesar, estuvo en el año 2016 en el ojo del huracán ya que se descubrió que algunas de sus imágenes habían sido retocadas en Photoshop, eliminando o moviendo algunos motivos de la fotografía para hacerla más potente. No seré yo el que juzgue a McCurry ya que pienso que es legítimo cambiar el encuadre original o eliminar partes de una imagen si creemos que la imagen final lo merece. Pero además de que no es una opinión compartida por todo el mundo, McCurry se inició como fotoperiodista y sus imágenes de viajes en revistas como National Geographic no deberían ser editadas más allá de lo que se haría en un cuarto oscuro, por lo que fue duramente criticado en innumerables artículos desde que surgió el escándalo en la web Petapixel. Una vez pasada la polémica, el mundo volvió a rendirse ante este maestro de la fotografía, pero esa pequeña mancha me hizo acordarme de él al escribir sobre la mentira (aunque ya digo que en mi opinión sus ediciones no me parecen que conlleven una falta de ética).

Pero dejemos de hablar de estas cosas para hablar de sus imágenes. La primera y más famosa es la de la niña afgana que fue portada de National Geographic en 1985.


Los ojos de la chica y la fuerza de su mirada componen lo que es un retrato inapelable. Luego hablaré de cómo maneja los colores McCurry, pero en este caso incluso los colores pierden importancia ante lo que nos transmite la imagen: miedo, vulnerabilidad y, a la vez, fuerza, determinación. La chica era una refugiada afgana en un campo en Pakistán y McCurry, que había ido a cubrir la primera guerra de Afganistán, la retrató en lo que es una de las fotos más icónicas de nuestro tiempo. El resto ya lo sabéis: de la chica nunca más se supo hasta que McCurry la encuentra otra vez en 2002 (18 años después) y la vuelve a fotografiar. Esta vez el retrato no es tan potente, salvo por el incuestionable impacto que nos provoca el deterioro en la chica, cuyo nombre es Sharbat Gula, por el paso del tiempo y una vida dura. Podéis leer la historia aquí.


Dejaremos el tema de los retratos de McCurry tras apreciar alguno más, que os traigo porque a mi me han llegado. Es muy complicado hacer buenos retratos, más si son de gente que no conoces, que no controlas y que te ofrecen unos segundo preciosos en los que tienes que sacar lo mejor de ellos.




Pero donde bajo mi punto de vista Steve McCurry brilla es en la fotografía de viajes. Sus fotografías tienen tres elementos importantísimos: composición, uso brillante del color y captar el momento. Ya sabéis aquello que dijo Robert Capa de que si la foto no es buena es que no estás suficientemente cerca. Steve se acerca. Y de qué manera.





Fijaros en la última foto. Podría parecer sencilla, sólo tienes que tirarla cuando pasa el caballero con el espejo ¿verdad? Mirad los pies. Coinciden los del portador del espejo con los del fotógrafo. Posiblemente McCurry tiró veinte fotos para conseguir una así, o salió de casualidad, pero de lo que estoy seguro es de que no hubiera escogido la foto si no hubiera estado ese detalle, ese extra que hace que la foto la haya tirado alguien que es un maestro.

Y ahora viene lo del color. Ya sabéis mis problemas para decidir si una foto es para mi en blanco y negro o color. Todo tiene su aquel. Cristina García Rodero tira en blanco y negro porque busca una irrealidad en las imágenes y realmente le sirve. Pero McCurry ha trabajado para National Geographic muchos años y sabe que a) tiene que tirar las fotos en color b) tiene que 'trabajar' el color para que la foto sea especial. No la que podría tirar yo, sino la que tiraría alguien que National Geographic manda al fin del mundo y le da un plus de espectacularidad. Es MUY complicado tirar a color y que la foto tenga ese plus en la composición que le da precisamente el color. Ya se vislumbra en algunas de las fotos anteriores, pero mirad la siguientes:





La zona delantera (foreground) de la primera foto, la complementariedad de colores en la segunda, el contraste de la tercera, el trozo de pared naranja de la última foto... son fotos que no pueden ser en blanco y negro. Como he dicho McCurry sabe que un reportaje de National Geographic tiene que tener diez, doce fotos impecables y espectaculares. Y tras muchos años de buscar la foto perfecta, en muchos casos la consigue. No sé cual será el ratio de fotos escogidas frente a tiradas, pero desde luego que el resultado merece la pena.

Y aquí viene otra vez el tema de la edición de fotografías. Desde hace un tiempo los entornos digitales nos permiten alterar la foto para darle ese toque especial que posiblemente algo en la foto ha roto. ¿Es lícito hacerlo? Yo creo que la perfección de las imágenes que consigue McCurry hace muy tentador la utilización de alteraciones digitales para eliminar aspectos que están haciendo una foto no perfecta. Cosas como un cable, una señal que está donde no debe, cualquier cosa que altera una composición perfecta... todos lo hacemos. Quizás no es lo que un fotoperiodista deba hacer, pero desde luego los que nos dedicamos a conseguir la mejor imagen que traslade una emoción al espectador lo vemos como un pecado venial. Justo como vemos la mentira en nuestra sociedad de hoy en día.



En cualquier caso, nada deja lugar a dudas que Steve McCurry es un maestro. Tiene tantas fotos de las que yo pagaría por tirar una en mi vida que, polémica más o menos, tiene que estar en el Olimpo de los fotógrafos de viajes del mundo y de mi lista de maestros de la fotografía de este blog.  Y como todos los maestros, lo que nos proporcionan es la inspiración de conseguir la mejor foto posible con los medios con que contamos.


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