Lecciones de la crisis (III)

Lección 3ª: se acabó lo que se daba

Soy de la opinión de que las mejores cosas de la vida son gratis: ver por primera vez a tu hijo, coger de la mano a tu pareja, reirte con los amigos, subir un monte o bañarte en la playa no tienen coste y son más gratificantes (al menos para mi) que mirar twitter, comprarte unos zapatos o meterte una comilona en un buen restaurante.

Pero una de las lecciones de la crisis para muchísima gente -casi todos- es que eso se ha acabado. Hemos cambiado nuestra forma de ver las cosas, quizás irremediablemente en la historia del ser humano occidental. Para ver a tu hijo en el parto hay que costear una sanidad, subir un monte tiene un coste en botas, mochilas y bocatas, no te cuento lo que hay que mover para ir a la playa, y más si vas de apartamento u hotel y hasta las risas de los amigos tienen un coste al final de la noche que empezamos a valorar en euros. Hemos perdido la felicidad de lo gratis, nos han pillado de las pelotas pero bien.

Yo, que normalmente no hacía este tipo de cuentas mentales, me encuentro calculando cuánto me cuesta un afeitado cada mañana (¿tanto? joer qué precios las maquinillas), cuánto una comida familiar con esa merluza que compré en la pescadería (vaya, pero si casi me cuesta más caro que llevar a los niños al MacDonals y encima me miran mal) o mirando ofertas de infinitas compañías de telefonía móvil para ahorrar al máximo. Vuelves del Mercadona y, leches, ya controlas que te cuesta algo menos que en otros súper.

Pero la cuenta de verdad es la otra. Por cada persona que trabaja (~17M) hay otra que debe ser financiada con impuestos, ya sea parado (~5M), jubilado (~9M) o funcionario (~3M). Además, con los sobrantes hay que financiar la sanidad, la educación y otras cosas también importantes, entre ellas los desfalcos de las Cajas y Bancos. La cuenta no sale por ningún sitio si no aumentamos el ratio de personas trabajadoras frente a financiadas. Un cole público le cuesta prácticamente cero a los papás, salvo libros y comidas, pero si ponemos el sueldo mensual de los profes, energía, mantenimiento del lugar y materiales sale una factura muy clara. Una receta le sale gratis a un jubilado, y una urgencia a cualquiera, pero la factura al final existe, y se paga de la misma forma. Es asqueroso hacer este tipo de cuentas ya que hay cosas que es de cajón que deberían ser financiadas entre todos para dar el mejor servicio posible a la mayor población posible. Pero ya no podremos olvidar que, por ejemplo, una Universidad como la de Zaragoza cuesta al contribuyente aragonés 150M€/1,4M ~100€ por barba. Ni que la administración comarcal de nuestra región nos cuesta 44M€/1,4M ~30€ por barba (y año), más o menos lo mismo que la tele aragonesa. Si nos pasaran la factura, escocería. Y eso es lo que está pasando, que cada vez más la gente está empezando a mirar lo que paga. Y le escuece, y exige. Lo cual, mal mirado, puede ser peligroso.

Un servidor siempre ha sido partidario de los impuestos como forma de redistribución de la riqueza de una comunidad. Pero hasta eso está en cuestión en el país de Europa con más diferencias entre pobres y ricos. Ay, con lo bonito que es que te den cosicas gratis


Comentarios

  1. Pues sí tienes razón, hasta las cosas que no se pueden comprar con dinero se han subordinado a una suerte de "precio"...De nosotros depende que aprendamos a desvincular esta nefasta simbiosis. Difícil va a ser, en este mundo de incongruencia, donde, a título anecdótico una persona es capaz de solicitar una consulta médica porque se ha confundido con el chapú del cabello y se ha lavado el cuerpo con él... (doy fé, batallo con estas cosas y peores, a diario...). Es patético y temible comprobar como los grandes gurus del control social utilizan todo su saber maquiavélico para manejar, no solo nuestros más bajos instintos, sino nuestro miedo...No existe mecanismo más potente para la manipulación y éste es otro factor que influye en lo que tu expones. Se vive tan subordinado al temor que se pierden por el camino esos momentos "sin precio", los realmente importantes. Pero claro, éso en una sociedad de consumo desequilibrado, no vende y por tanto conviene limitarlo y subordinarlo...
    Desde luego que la riqueza está mal distribuida, a la vista está...Pero no creo que la gente aspire a tener las cosas gratis, aunque a todos nos mole en cierta medida,sino a que ése "pagar" tenga un sentido global del que estamos a "siglos luz"...

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    1. Eva, a mi es que me gustaría no tener que pensar mucho con el dinero (como a la mayoría, supongo). Una manera es tener mucho, pero esa no vale. La otra es ser feliz con lo que se tiene (aunque cuando se tiene muy poco es imposible). Cuando haces algo que te gusta y no piensas en cuánto cuesta, ese es el momento gratis.

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